viernes, 6 de junio de 2014

Amistad Cuando tenía once años, Anita fue a quejarse con su madre: -No consigo hacer amigas. Como soy muy celosa, al final todas me dejan sola. La madre estaba cuidando a unos pollitos recién nacidos. Anita cogió uno, que inmediatamente comenzó a luchar para liberarse. Cuanto más lo apretaba la niña en su mano, más se debatía el pollito. La madre comentó: -¿Por qué no pruebas a sostenerlo con suavidad? Anita obedeció. Abrió las manos, y el pollito paró de debatirse. Empezó a acariciarlo muy suavemente, y el animalito se arrellanó entre sus dedos. -Los seres humanos también son así –dijo la madre–. Si lo que quieres es atraparlos sea como sea, se te escapan. Pero si eres dulce con ellos, se quedarán siempre junto a ti.

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