“Le abrí las puertas, lo dejé ver dentro de mi alma. Vio mis grietas, mis infiernos y hasta a mis demonios. Recorrió poco a poco los caminos de mi piel, pasó cerca de mi seco corazón, vio mis carencias, mis dudas, mis misterios y mis miedos.
Y a pesar de eso se quedó, decidió amarme, prestarme sus alas, despejarme el cielo y lanzarse conmigo a volar.”
— Daniel Saldierna
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